lunes, 26 de octubre de 2009

YOSS

Creo sinceramente, que YO no tuvo hijos porque, si no, no podría oírse a sí misma. Solo paría silencio a su alrededor. YO era infatigable. Paralizado por su retaíla de YOS, YO casa, YO libro, YO árboles, YO estrés, YO universidad, YO trabajo, YO marido, nunca los Yos se acababan. YO, YO, YO… Su cuerpo se diluía a través del YO. Su nombre también desaparecía. Sus ojos eran una gran boca clacleando Yos sin piedad. Lanzaba palabras a diestro y siniestro para deshacerse del otro, ignorado. Con estupor y algo de vergüenza asistías al concierto, para el cual no habías sacado la entrada. Repetición, falta de novedad, los Yos martillo. Cárcel invisible de silencio, el otro ignorado. Del YO variaba al “A mí” con una pequeña elevación de tono. Extranjera de lo común, su YO era su tierra definitiva, su nación. El otro civilizado callaba. El verbo era un puro accidente. Garganta seca para sus víctimas. Raíz de YO árbol del aire. Centro del mundo construido a golpe de miedo. Implacable. Cafés cortos para soportarla. Embarazada de aire. El TU al borde del K.O. Creaba a su marido, extranjero de verdad, a golpe de citas. El YO hace histérico el contacto, lo electrocuta. Hiere el silencio, el espacio de lo común. ”Cuanto más YO, más sensación de vacío”. Vendedora de sí misma. El YO no puede disimular su torpeza. Minusválido de los otros pronombres gramaticales.

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