lunes, 26 de octubre de 2009

Los nuevos hippies

Los nuevos hippies tienen chalets de sus primas para celebrar sus cumpleaños, higiénicos, felices, ex-yuppies que vienen a retirarse porque la velocidad de sus vidas amenazaba con hacerlos desaparecer. Son como el blandiblú de los niños, fluorescentes y blandos, temblorosos al envejecimiento. Han desarrollado un fundamentalismo de la salud que resulta inquietante, no fuman y toman bebidas refrescantes. Parecen salidos de un anuncio de coca cola. Los nuevos hippies ya no fuman el dolor, han adornado su experiencia con burbujas y tienen la ignorancia de la técnica. Talibanes de la risa pálida, contratan a grupos heavys para adornar su paso del tiempo con un arcoiris “de maldad”. En un tiempo fuimos malos y oscuros, parecen decir. Conjurar el tiempo, intentar pararlo, quedarnos en esa foto fija que ya no tiene espejos donde mirarnos.
La celebración de grupos esquinados como si de adolescentes se tratase, cuchicheando los puntos suspensivos de sus vidas. Mujeres de miradas duras escudriñando al nuevo, colegialas resentidas, algunas ya separadas, intentando señalar el nuevo objetivo para rehacer sus vidas. Copia exacta de la mal entendida independencia masculina, espartanas de los tiempos modernos. Por donde mi mirada buscaba la dulzura, no la encontraba. Mi gusto se afianzaba en la Guinness, reafirmando un nuevo descubrimiento, cerrar en círculo irlandés, primero Joyce, después Van Morrison (en su primera época, aunque aún lo quiero) y ahora la Guinness, pasando por el Whisky escocés. Los pueblos silenciosos tienen bebidas ruidosas. La cerveza negra es amable con mi estómago. Al beberla siento las curvas de una mujer. Es lenta y antigua, con un ligero sabor amargo como todas las despedidas. Mañana va a llover, las nubes pasaban lentas tapando una luna luminosa. El viento venía del mar y yo sostenido por mi amor renovadamente antiguo regresaba por entre los desbastados montes de Esmelle, sin creer para nada en el progreso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario